10.9.06

COMENTARIO DE SUS OBRAS

¿Qué se propone el autor en sus libros?
¿Cuál ha sido el motivo principal que lo impulsó a escribir?
¿Cuál es el objetivo que campea en sus obras que tocan temas tan diversos?
En su conjunto, y tal como figura en el epígrae, odemos hallar tópicos tales como antropología, crítica de las religiones, filosofía, crítica teológica, refutación de las pseudociencias y falsas creencias en general (como en los milagros y las profecías), distintas cosmologías, origen de la vida, posibilidades de vida extra terrestre, evolución de las especies, una gran dosis de ecologismo, pacifismo y futurología.
Desde ya que debemos descartar que todos estos temas los haya tratado como lecciones, con el fin de ilustrar o sólo entretener a sus lectores. Nada más alejado de la realidad.
El tema acerca de Dios, por ejemplo, contiene una indudable negación de su existencia, basada en puros argumentos racionales.
Por su parte, sobre el personaje Jesucristo podremos advertir un no menos racional análisis que impregnado de sentido común desmitifica todo sobrenaturalismo relativo a este personaje.
Cuando del hombre se trata, el tema antropológico deja traslucir su naturaleza física, química, biológica y psíquica, como un conjunto de elementos que dibujan el "ser" que no es más que un proceso, un transcurso entre otros que se suscitan en el universo con relativo éxito y transitoriamente, pronto a desaparecer hablando en tiempo cósmico.
En cuanto a la fauna y la flora, es decir toda la vida planetaria, su concepto no es distinto. Siempre son los mismos bioelementos: carbono, oxígeno, nitrógeno, calcio, fósforo, sodio..., unos 40 de los 92 naturales que componen el universo, los que se agrupan en distinta manera para producir lo que denominamos vida.
Esta, quizás extraña pero profunda visión del mundo, es el fruto de sus lecturas, investigaciones y reflexiones, y dista sobremanera de todo espiritualismo.
Leamos sus propias palabras:
"Como monista, considero que detrás de todo fenómeno se esconde una única esencia que se manifiesta polifacéticamente: ni materia en el sentido tradicional que se aplica a este concepto, ni espíritu según la aceptación casi unánime de un segundo principio, ni dios alguno también espiritual como creador u ordenador y gobernador de todo lo existente.
Por consiguiente, niego las tres sustancias cartesianas, a saber: materia-espíritu-Dios y las reemplazo por algo subyacente, único, que denomino genéricamente "esencia del universo".
A esta "cosa en sí" que se manifiesta en fenómenos físicos, químicos, bioquímicos, biológicos y psíquicos, no le adjudico ningún nombre específico. Es para mí simplemente esencia como lo característico y permanente de las cosas.
El concepto de esta cosa en sí se puede comparar con las ideas de Platón, el nóumeno kantiano, la mónada de Leibniz y también en cierto modo con la entelequia aristotélica (adoptada precisamente por Leibniz para sus mónadas), y la voluntad como cosa en sí de Schopenhauer.
Pero esta, mi esencia del universo difiere de los anteriores conceptos, pues la definición que hago de ella, es que se trata de algo increado, relativo, cambiante, carente de conciencia, de intencionalidad, voluntad, finalidad. De modo que me alejo de toda posible interpretación panteísta. No es algo absoluto, coherente, con identidad, sino inestable, dinámico, mudable, que solo circunstancialmente crea campos dentro de los cuales los fenómenos se ven obligados a obedecer ciertas conductas, que se denominan leyes físicas, químicas, biológicas y psíquicas. Estas leyes son, para mí, transitorias, pues tienden a desaparecer con los evos cósmicos.
Esto significa que el universo perderá sus leyes físicas actuales si es que su expansión es continua (según una de las teorías cosmológicas) o renacerá con otras leyes si nos atenemos a la teoría del big bang (expansión), seguida del big crunch (contracción) y nuevo estallido y así sucesivamente, según otra teoría, la de un universo cíclico o pulsátil.
En cuanto al universo en su totalidad, pienso que lo que detecta la astronomía, es solo un universo entre otros múltiples, de modo que estaría tomando la parte por el todo. Más allá de la última galaxia avistada, mucho más allá, pueden existir otros universos, cíclicos o no. Es decir productores de big big bangs, de big crunches, o tal vez sólo materia-energía informe, ni siquiera componiendo átomos. A estos posibles enjambres de materia-energía formando galaxias o no, les denomino microuniversos, uno de ellos es el nuestro con sus galaxias, entre ellas la Vía Láctea que nos contiene, y al Todo le llamo Macrouniverso increado y eterno, siempre dinámico.
Puesto que la naturaleza obra por tanteos al azar y queda lo que puede, es decir los procesos que pueden continuar adelante transitoriamente, descarto toda existencia de dios alguno, ya que no es necesario; estaría de más, y con mayor razón si atribuyo a la esencia del universo la cualidad de eterna, sin comienzo ni final, como algo increado. Desechado todo dios creador, tampoco podemos admitir a un dios ordenador y gobernador, ya que veríamos que el universo se escapa de sus manos. Tampoco podemos admitir un dios omnipotente que se vale del mero azar y puros tanteos para sostener el mundo.
Centrando ahora nuestra atención en nuestro planeta, podemos apreciar claramente cómo ha actuado la naturaleza por tanteos al azar en el caso del denominado reino viviente. La evolución de las especies nos lo corrobora fehacientemente. Las mutaciones del ADN han sido continuas desde la aparición de la primera célula viviente, y quizás aun antes, cuando existían sólo genes libres. Pero todo nuevo mutante se ha extinguido en un casi ciento por ciento, y el porcentaje remanente algunos biólogos lo calculan en un 0,001 %. Es decir que el 99,999 % de todas las líneas evolutivas se ha extinguido. Pero aquel porcentaje ínfimo acumulado a lo largo del tiempo constituye hoy nuestra flora y fauna que si bien es un resultado residual, puebla el planeta. El hombre es uno de esos resultados de carácter transitorio.
Ahora bien, deducimos que la naturaleza ha sido brutal con los seres vivientes, tanto en su faceta inorgánica del medio ambiente como en la lucha or la supervivencia de las especies vivientes entre sí.
Las mutaciones genéticas y la brutal selección han obrado en un ámbito donde reina la "ley de la selva", donde sobrevive el más fuerte entre las especies animales, el más sagaz, pícaro, oportunista, ingenioso, escurridizo, agresivo, simulador, egoísta, territorialista, belicoso; y entre los vegetales, los más dotados con espinas, venenos, fuerza de crecimiento, etc.
Entre hienas, felinos, rapiñadores, oportunistas, vegetales tóxicos, bacterias, protozoarios y virus patógenos, parásitos... evoluciona el hombre como miembro de tribus en eterna lucha por sus territorios y alimentos.
Luego, concluimos en que el hombre es también la hechura neta de una naturaleza en bruto y por ese motivo es agresivo, belicoso, egoísta, territorialista, oportunista... en una palabra: imperfecto.
Tenemos algo de cerebro reptiliano, puro instinto, y esto nos molesta en la civilización porque suele aflorar anulando la neocorteza cerebral noble.
En una palabra, el hombre posee maldad, no porque algún poder demoníaco obre sobre su mente para inclinarlo hacia el mal como se cree supersticiosamente, sino que su proclividad hacia la agresividad obedece precisamente a sus raíces, pues deriva de los peces, anfibios, reptiles y mamíferos primitivos, con el añadido de la inmoralidad que antes no existía en los animales.
¿Qué debe hacer el hombre consigo mismo entonces?
Vemos que la educación ha fracasado, también el consejo moral dado por las "mil y una religiones" ¿Por qué esta frustración? Porque ambas cosas son insuficientes. No todos tienen la oportunidad de ser bien educados. Varios factores inciden: la deficiente educación, su ausencia por desidia y la naturaleza refractaria de ciertos individuos.
En cuanto a la religión, no todos poseen la oportunidad ni el interés por oir los sermones , y aunque se oigan, no por eso prende la moral en los individuos no predispuestos a aceptarla.
¿Qué hacer entonces para evitar en el futuro, la delincuencia? ¿Qué remedio puede existir contra la proclividad hacia a injusticia y las guerras? ¿Qué se puede hacer para suprimir para siempre las cárceles, las rejas, los candados, las llaves y cerrojos de todo tipo, el código penal, la institución de la policía, los arsenales de guerra, la mismísima vocación militar junto con los bombarderos, misiles con o sin ojiva nuclear, cazas, acorazados, submarinos de guerra, portaaviones, torpederos y otros "juguetes", fieles reflejos evidentes de la belicosidad humana, todo armamento nuclear, las armas químicas , bacteriológicas y otros escalofriantes inventos mortíferos que puedan ser inventados en el futuro?
En otro ámbito, ¿cómo hacer desaparecer todas las enfermedades habidas y por haber y por ende los hospitales, clínicas, manicomios, asilos para malformados, reformatorios, la profesión médica y los laboratorios medicinales el mundo? ¿Cómo salvar el planeta en su ecología para que continúe brindándonos sus beneficios biológicos? ¿Cómo salvar a la fauna de su extinción para que siga ofreciéndonos el deleite de observarla en safaris fotográficos, fílmicos y de video en los parques naturales del orbe multiplicados por doquier? ¿Cómo evitar que se continúen talando árboles, arrasando los bosques, pulmones del planeta, en beneficio de los intereses económicos alterando al mismo tiempo el clima y la fertilidad de los suelos? ¿Qué hacer con esta calamidad irónicamente autoclasificada como Homo sapiens que cual plaga maligna deteriora su propio planeta como el gusano que horada la manzana hasta que esta se pudre?
Si el hombre es incorregible mediante los sanos consejos, pues a corregirlo con un método radical. La receta se halla en el manipuleo del ADN. ¿Qué significa esto?
Sabemos que en el núcleo de cada célula viviente se encierra un plan genético que, según la especie, apunta desde el óvulo fecundado tanto hacia una bacteria, una ballena, un sapo, una gallina, un duraznero o un sabio humano.
Si ese material genético se altera accidental o intencionalmente, puede producirse el desarrollo de un monstruo, un mutante monstruoso, pero si se modifica inteligentemente, es posible crear un ser viviente más perfecto.
La ciencia genética está avanzando a paso agigantado, espectacularmente, y sus logros nos sorprenden día a día. ¿Cuáles serían sus beneficios aplicada al hombre? Indudablemente, la medicina ya está obteniendo una ayuda desde ese terreno. Pero o es solo aplicable al campo patológico, sino que existe la posibilidad de modificar la mismísima naturaleza humana tanto somática como psíquica. El hombre perfecto es posible, yo le denominaría superhombre que se puede lograr sin recurrir a métodos cruentos de corte racista, ni hitlerianos, ni de ninguna clase parecida. El material a modificar es el ADN humano. Esto hoy todavía es como una maraña incomprensible, pero ya se han identificado muchos genes, entre ellos los responsables de ciertos tumores malignos y de otras enfermedades hereditarias de modo que se podrán prevenir. Pero dado el avance en este terreno, en un futuro no muy lejano será posible obtener un mapa genético completo de ser humano y será cuestión de mover las piezas componentes para obtener un superhombre sano, suprainteligente, bello, supralongevo y de moral intachable.
Quitando los genes responsables de la agresividad, del egoísmo, de la belicosidad y, en una palabra, de toda inclinación hacia el mal, se podrá obtener un dechado de virtudes, un ser metamorfoseado a partir de la "larva" humana. A este nuevo espécimen, yo lo denomino en mis libros como Homo sublimis (género Homo, especie sublimis, según la clasificación binaria linneana).
Este hombre sublime, o superhombre manso será incapáz de agredir, de guerrear, de engañar, de crear injusticia, de modo que los ejércitos, linicuos armamentos y todo "juguete" bélico desaparecerán del planeta y con esto también la ciencia del derecho al conocer cada cual sus deberes y sus límites en una sociedad armónica de seres suprainteligentes éticos y solidarios por excelencia.
Todo el planeta cambiará entonces. No más naciones encerradas entre fronteras, ni razas ni religiones que generan conflictos bélicos. Una única raza poblará el Globo convertido en una nación única: la REPÚBLICA DEL PLANETA TIERRA, con un gobierno central y áreas administrativas regionales, o quizás se desemboque en una sociedad anárquica donde cada miembro conozca sus derechos y sus límites. La anarquía es imposible de ser practicada en las actuales sociedades del Homo sapiens, pero factible en el seno de una población de seres suprainteligentes, de mente sana y responsable.
De transformarse el futuro superhombre en exclusivamente vegetariano, de quitársele genéticamente el instinto de cazador, entonces la fauna planetaria quedará en paz cumpliendo su misión ecológica.
Vencido el mal en la Tierra, ausentes las guerras, la delincuencia, las enfermedades y toda injusticia, el futuro Homo sublimis tendrá ante sí una tarea inmensa. Con su inteligencia superior podrá transformar la superficie del planeta Tierra en un sistema biosférico perfecto, con regulación del clima, dominio atmosférico, régimen de lluvias adecuado, evitar catástrofes naturales y lograr una ecología inteligentemente dirigida, con una producción alimentaria (exclusivamente vegetariana para dejar en paz a todos los animales del planeta) asegurada y población mundial acorde con los recursos, eliminando totalmente la pobreza.
Este futuro espécimen obtendrá sus motivos existenciales en el arte sano, los deportes y en la tecnología constructiva. Una vez acomodado su propio planeta, podrá lazarse hacia el acondicionamiento y colonización de los restantes cuerpos planetarios y sus satélites lunares del sistema solar, y quizás de otros planetas de otros soles de nuestra galaxia. Su campo de acción será inmenso y la meta será la satisfacción del logro del progreso en este mundo, no quedar inane en un hipotético escatológico mundo más allá de la muerte. La felicidad se puede lograr únicamente en este mundo real del que formamos parte.
Lo que no hizo ningún dios, (porque según mi óptica, ¡los dioses no existen!) lo deberá hacer el hombre autotransformado en otra especie.
Esta es la respuesta a aquellos interrogantes del principio acerca de mi propósito de escribir libros. En éstos se halla el desarrollo de estas ideas de aplicación futurible, quizás utópica, pero factible si prevalece la buena voluntad y la cordura.

1 Comments:

Blogger per said...

Me gusto lo arriba expresado, coincido plenamente con los conceptos y definiciones.
Indudablemente el camino es arduo y largo, pero reconforta enterarse que hay gente inteligente (poca) en el mundo.
Muchas gracias

11:22 a. m.  

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